El obispo Mueggenborg ha escrito un comentario de tres volúmenes sobre el Evangelio dominical: "Ven, sígueme, Reflexiones sobre el discipulado". Con respecto al Evangelio de hoy, él comenta sobre lo que Jesús nos muestra acerca de ser un pastor. Él hace cuatro puntos. Me gustaría subrayar el primer punto. Aplica a obispos, sacerdotes, papas y ministros pastorales como San Vicente de Paúl, Caballeros y maestros de educación religiosa, todos los que tienen un papel de pastorear.
La primera cualidad del pastor se refiere a la relación de Jesús con el Padre. Como afirma el obispo Mueggenborg, "esta relación se expresa en términos de 'conocer'. El conocimiento del que habla Jesús no es tanto conceptual como experimental. Jesús conoce las esperanzas y preocupaciones del Padre. Él sabe lo que le agrada al Padre y lo que decepciona al Padre. Es este conocimiento el que le permite a Jesús manifestar la presencia desafiante, reconfortante, alentadora e inspiradora de Dios."
Vi esta cualidad en acción la semana pasada cuando el Arzobispo Sartain habló en la conferencia de hombres. Compartió su propia oración y reflexión sobre la Palabra, en este caso el capítulo 15 de Lucas, donde Jesús habla sobre la oveja perdida, la moneda perdida y el alma perdida. Después de su presentación, los hombres fueron a confesarse. No puedo mencionar nada de lo que se dice debajo del sello, pero puedo compartir cuán conmovido me sentí por esos hombres que abrieron sus corazones al Señor y a mí como representante de Jesús. Eso es algo que sucede cuando la gente escucha la voz de un buen pastor, alguien que tiene una relación profunda con el Padre, que en Jesús conoce al Padre.
Un buen pastor lleva almas a Jesús. No es Phil Bloom quien salva a nadie. Es Jesús. En la primera lectura vemos a un hombre cojo sanado cuando Pedro reza por él. Para que nadie tenga la idea equivocada, Pedro declara que es en el nombre de Jesús el cojo que "está parado ante ustedes sanó". Luego Pedro agrega, "No hay nombre bajo el cielo dado a la raza humana por el cual somos salvados".
El Buda tiene algunas enseñanzas valiosas. (De hecho, se puede encontrar doctrinas semejantes en la Biblia.) Pero no es en el nombre del Buda que una persona se salva. Puedes decir algo similar sobre todos los grandes líderes religiosos: Confucio, Lao Tse e incluso Mohamed. Todos tienen ideas que podemos apreciar, pero solo hay un nombre que salva: ¡Jesús! Nuestra fe es inclusiva porque Jesús incluye la plenitud de la verdad.
Sin embargo, debemos ser claros al hablar de la verdad. Como el Papa Benedicto señala, no es tanto que poseamos la verdad como que la verdad nos posea. Queremos saber la verdad: la relación con el Padre es posible a través de Jesús.
La relación con el Padre, como subraya el obispo Mueggenborg, es la primera cualidad de un buen pastor. "Yo soy el Buen Pastor", dice Jesús, "y sé que los míos y los míos me conocen, así como el Padre me conoce y yo conozco al Padre". Amén