Me gustaría entrar en este tema con un poco de humor. Una vez entré en una competencia inusual. Mi amigo, Padre Jim Coyne y yo comenzamos a competir sobre quién podría hacer mas funerales. Un feligrés me llamaría que alguien murió. Escucharia y expresar mis condolencias, pero cuando termine la llamada, pensaría: "¡Una más para mí!" Esta competencia, por supuesto, era tonta y juvenil. (Pausa) ¡Pero gané! :) Coyne respondio: "¡Con tu monotonía, Bloom, probablemente estaban muriendo de aburrimiento!" :)
Nosotros, los humanos competimos naturalmente, y algunas veces puede ser beneficioso. Por ejemplo, puede llevar a buscar la excelencia o simplemente a proporcionar un mejor servicio. No obstante tiene un lado oscuro. En la antigüedad, los judíos y los griegos competían. A veces llevó a insultos y violencia. Jesús trajo a griegos y judíos juntos de una manera notable. Nuestra fe combina la revelación hebrea y la filosofía racional griega. Cuando las personas se enfocan en Jesús, podemos escucharnos unos a otros y tomar lo mejor de cada persona.
El problema es que, en lugar de centrarnos en Jesús, caemos fácilmente en la satisfacción del ego. P. Robert Spitzer compartió una dolorosa experiencia personal. Es posible que haya oído hablar de él, un sacerdote brillante que se desempeñó como presidente de la Universidad de Gonzaga. P. Spitzer ha realizado un trabajo sobresaliente en la relación de fe y ciencia. Pasó semanas preparando una conferencia sobre lo que la física moderna indica sobre la existencia de Dios. Después recibió muchos elogios, pero un tipo se le acercó tal vez un poco satisfecho de sí mismo. Él anunció al Padre. Spitzer que había pronunciado mal una cierta palabra científica. P. Spitzer cuenta cómo cayó en una depresión que duró varios días. A pesar de todos sus logros, se sintió fracasado.
Como un buen jesuita, sin embargo, analizó los movimientos en su alma. Reconoció que su tristeza provenía de esforzarse por la satisfacción del ego. Podemos cpensar que nuestra felicidad depende de lograr algún tipo de superioridad. Di el ejemplo humorístico de mi competencia con el Padre Coyne. Puede extenderse a otras cosas. Por ejemplo, si veo que otra parroquia logra su objetivo de la Campaña Anual y no la tenemos, me siento mal. O tal vez alguna otra parroquia está un 20% por encima de su objetivo. Pienso, Bloom, eres un fracaso.
Ahora, como dije, la competencia no es mala en sí misma. Si me motiva a hacer funerales o recaudar fondos para una necesidad común, eso es algo bueno. Me alegra que tengamos Jack in the Box para competir con McDonald's. Me alegra que nuestros jóvenes compitan como atletas y eruditos. Pero como señala el padre Spitzer, no es bueno basar la felicidad en la satisfacción del ego. Está un paso por encima de la búsqueda del placer sensual, pero siempre es precario. Pronunciar una palabra en forma incorrecta, quedarse corto en una meta, algún golpe a la autoestima, y el mundo entero se desploma.
Afortunadamente, el placer y la gratificación del ego son solo los dos primeros niveles de felicidad. Hay un tercer nivel: servicio - el sentido de propósito que una persona experimenta cuando cuida a los demás. Y más allá del servicio es el cuarto y más alto nivel: buscar la verdad, la belleza y la bondad.
Eso es lo que Jesús invita hoy: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto y descanse un rato". Habían pasado días agotadores sirviendo a otros, pero ahora es el momento de lo que mas cuenta: estar con Jesús. Como San Pablo nos dice: Jesús nos une por su sangre. Él es nuestra paz. Él rompe la pared divisoria que nos separa de aquellos con quienes competimos. A través de él tenemos acceso en el único Espíritu al Padre.
Esta semana haré una peregrinación a la tumba de la Hermana Bárbara. Es un viaje de cinco días por carretera a San Francisco y de regreso para agradecer a Dios por la Hermana Bárbara y reflexionar sobre lo que ella significa para nosotros. Diré algo al respecto la próxima semana cuando escuchemos a Paul explicar cómo Jesús quiere que vivamos. Hoy buscamos a Jesús para superar el lado negativo de la competencia y la gratificación del ego. En él, nosotros que una vez estuvimos lejos, nos hemos acercado por la sangre de Cristo. Él es nuestra paz; Él destruye la pared divisoria de la enemistad. Amén.