Este domingo seguimos con la idea de las raíces. La Biblia revela nuestras raíces como la Trinidad misma. Moisés dice que Dios habla "desde el fuego". Esto refiere a la zarza ardiente, pero también se aplica a la creación. Al principio el Espíritu aleteaba sobre las profundidades y Dios el Creador dice una palabra: Haya luz. Este verso tiene un paralelo interestante con la teoría del Big Bang que dice que el universo comenzó con una explosión de energía - fuego.
Es posible que hayas escuchado que el padre de la teoría del Big Bang era un sacerdote católico Georges LeMaitre. Él no hizo esta teoria para probar la existencia de Dios. Aún así, antes que él, la mayoría de los científicos, incluido Albert Einstein, creían que el universo existía eternamente. La teoría de LeMaitre indica que el tiempo, el espacio y la materia no existían eternamente, pero tenían un punto de partida, hace unos 14 mil millones de años. Eso es largo tiempo, pero para Dios el Big Bang es tanto "ahora" como lo es hoy o mañana. Para nosotros que vivimos en el tiempo, nuestra existencia se conecta con ese estallido inicial de luz, y con Dios mismo.
Pues no estoy aquí para promover la teoría del Big Bang. Sin embargo, muchos aspectos encajan con nuestra fe. P. Robert Spitzer, él mismo un sacerdote jesuita como el Padre LeMaitre tiene algunos videos poderosos sobre ese tema: la relación de la fe y la física.
Lo que finalmente importa no es una teoría científica, sino lo que la Biblia nos dice sobre nuestros orígenes. Estamos enraizados en la Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El Padre habla una Palabra eterna; él engendra a su único Hijo Jesús que es Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero. El amor entre el Padre y el Hijo es una tercera persona distinta: el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo. Él es el Señor y Dador de la Vida. Del dinamismo de la Santísima Trinidad viene nuestra existencia.
Hace unos años, mi hermano hizo una prueba de ascendencia de ADN. Fue interesante ver los diferentes grupos de genes de lo que salimos. Esas raíces van mucho atrás y demuestran que estamos interconectados incluso a nivel genético.
Algunos científicos dicen que hace unos dos o tres miles de años se puede encontrar un ancestro común para todos los humanos vivos hoy en día y, por supuesto, yendo más lejos, tenemos muchos ancestros comunes. Todos somos perros callejeros. Por supuesto, el patrimonio y la cultura importan, pero genéticamente somos mixtos. No hay raza pura, solo la raza humana.
Lo bueno de Estados Unidos es que no decimos que la sangre nos ata. Lo que nos une es nuestro credo. Escucharemos más sobre eso durante la semana del Cuatro de Julio. Queremos que nuestros hijos amen a Estados Unidos con todas sus fallas.
Pero aún más queremos que comprendan cómo nuestras raíces se remontan a Adán y Eva. A través de nuestros primeros padres, recibimos la imagen de Dios, la base de la igualdad entre nosotros. Junto con ese gran bien, heredamos algo malo, una mancha primigenia que distorsiona la imagen de Dios, una vergüenza que nos separa de Dios y de los demás, una soberbia que nos hace rechazar nuestras verdaderas raíces.
Entonces, nuestra tarea es redescubrir nuestras verdaderas raíces: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Jesús nos permite reconectarnos con nuestras raíces:
"Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado ".
Descubrimos nuestras raíces en la Trinidad y nos conectamos con esas personas gloriosas por el bautismo, por la fe y por seguir lo que Jesús enseña. El próximo domingo veremos un elemento vital y recurrente en esta nueva vida. Lo que el Concilio Vaticano llama "la Fuente y la Cumbre". Hoy regocijémonos de haber recibido a través de Jesús el Espíritu de Adopción que nos permite decir: "Abba, Padre".