Sabemos que cada uno de nosotros y nuestro mundo entero necesita misericordia. Sentimos una ley escrita en nuestros corazones y nos hemos fallado. A veces las personas piensan que los cristianos inventaron la idea del pecado y han impuesto la culpa. Pero considera en el movimiento Me Too #YoTambien del año pasado. No vino de los cristianos. En el fondo, sabemos que debemos tratarnos unos a otros no como un medio para nuestra propia gratificación, sino que cada uno tiene dignidad interna. Como alguien dijo, deberíamos usar cosas y amar a la gente. En cambio amamos las cosas y usamos personas. Eso está mal. Lo sabemos.
El filósofo Emmanuel Kant lo llamó el imperativo categórico. Trata a las personas como sujetos y no como objetos. Como fines en sí mismos, no para nuestros propios fines. Haz a los demás todo lo que quieras que te hagan a ti. Conocemos este principio en nuestros corazones, sin embargo, lo violamos. Con el movimiento Me Too vimos a personas prominentes perder sus trabajos y políticos retirados de sus cargos, sin embargo, nadie quiere mencionar una cierta palabra: el pecado.
Si vamos a recuperar la cordura, debemos reconocer el pecado, especialmente el nuestro. Solo entonces podremos conocer la alegría del Evangelio. Sí, he sido agraviado y he hecho mal. He pecado. Jesús dice: La este con ustedes. Reciban al Espíritu Santo. A los que perdonen los pecados, les quedaran perdonados. Esto se aplica al Sacramento de la Reconciliación. También se aplica directamente a nuestras vidas. Si nos perdonamos unos a otros, Dios nos perdonará. Como Jesús nos enseñó a orar, perdónanos nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Ofrecemos misericordia porque anhelamos la misericordia. Tenemos sed de misericordia: nos hemos convertido en una tierra seca y agotada sin agua.
Con respecto a ese deseo de misericordia, he estado pensando en el Padre Narciso Valencia y la Hermana Barbara. La gente se sintió atraída por ellos. ¿Por qué? Bueno, fueron humildes y aceptaron; al mismo tiempo, podrían llamar a las personas para que rindan cuentas. Como Capellán de Policía y Bomberos, la Hermana Bárbara ministró no solo a aquellos en peligro sino a oficiales y familias. En su vigilia uno de ellos bromeó sobre cómo la hermana siempre apoyaba a los que se casan y a los que tienen bebés, ¡en ese orden! Ella tenía una forma de ayudar a las personas que se habían caído. Algunos de los hombres me dijeron cómo una palabra o una mirada podía guiarlos en la dirección correcta. P. Valencia podría hacer lo mismo. Muchos me dijeron cómo los ayudó en la confesión. Lo experimenté yo mismo. "Oh, Felipe", decía, pero canalizaba la misericordia curativa de Jesús.
Necesitamos misericordia porque nos hemos desviado de lo que es más profundo en nuestros corazones. Al hacerlo, hemos herido a otros y hemos herido a Dios. El movimiento Yo Tambien dramatizó la ley moral escrita en el corazón humano. Violar esa ley es pecar. Ese es el diagnóstico. Queremos más que un diagnóstico; queremos la cura Lo vemos en Divine Mercy Sunday. La paz este con ustedes. Reciban al Espíritu Santo. A los que perdonen los pecados, les quedaran perdonados. Amen.